martes, 22 de diciembre de 2009

Kathmandu

Llegué a Kathmandu finalmente al mediodía. El tercer tachero que paré recién se dignó a usar el taxímetro en vez de cobrarme lo que se le cantara el culo como los otros pretendían. Perdón si soy soez, pero decir que quisieron cobrarme arbitrariamente no hubiese descrito la situación. Diligentemente el tipo me llevó al Kathmandu Guest House (KGH), una institución hotelera que se ufana de haber albergado a Los Beatles. La elección fue poco mochilera, pero quería un velada con agua caliente en el baño, en Darjeeling la provisión de agua caliente era solo durante tres horas al día. El KGH está en el barrio de Thamel, donde todo turista que se precie tiene que hospedarse; tiendas, casas de cambio, souvenirs y restaurants con menú en inglés. De salida del KGH ví un cartel que decía Yoga y me mandé, pensé que me vendría bien después del viaje. La clase comenzaba a las catorce. Contra toda indicación me fui al Yangling Tibetan Restaurant, unpretentious family run place for possibly the best momos in town. Sin saber que eran los momos, obviamente me pedí un plato, resultaron ser dosas o ravioles chinos. OK. Con una docena de momos encima fui a la clase de Yoga, esta vez tocó una profe local y nuevamente fui el único alumno de la clase. Después de unos ejercicios de relajación y respiración , dijo “and now dance…” y puso una músico tipo clase de aerogym en gimnasio de Recoleta; había que seguirle el paso. Entre trastabillando y cagándome de risa hice lo que pude. Ahora viene la parte en donde nos sacamos la ropa pensé, pero otra vez me equivoqué en relación a las mujeres locales, ¿o será con todas?. La cosa luego se puso más ortodoxa. Después de la práctica acepté la invitación a comer. Fideos saltados con verduras y chili. Cuando me dio la segunda arcada, reconocí amablemente que no podía terminar el plato, ahora ella se cagaba de risa. El resto de la tarde la pasé comprando boludeces en Thamel. Al lado del KGH estaba el Shisha Bar con música en vivo, me refugié en una hamburguesa con papas fritas y una cerveza que costó casi lo mismo que la noche de hotel.

En el Royal Park Guest House me tome al sol una sopa buenísima en la terraza overlooking Basantapur Sq. Kathmandu es alucinante, la ciudad vieja está llena de templos en forma de pagodas. Cada trescientos metros te encontrás con un templo, un altar, una fuente, o un santuario, y a cada metro roña en el piso. Intenté entrar al museo de Durbar Sq. pero ya había cerrado, el tiempo pasa volando recorriendo Kathmandu, la visita quedaría para el día siguiente. Pasé la tarde de walking tour. Por la noche Shisha Bar: musica en vivo, wifi, morfi decente y las conversaciones de siempre. Where are you from? How long have you been in…? How long do you plan to stay in...? What do you do in…?. Cuando la cosa se pone medianamente interesante es tiempo de ir a la cama o cambiar de ciudad. Afortunadamente de a poco se aprende a desintegrar el hielo en vez de romperlo.

La gente en Nepal es extremadamente buena onda, quizá la más amable dentro de la abultada y creciente lista de países visitados. Exceptuando las tribus urbanas de los tacheros, los que venden souvenirs y los guias truchos, los seres humanos normales que no viven del turismo trabajando para facilitar y cagar en igual medida el ocio ajeno, son simples, están siempre sonriendo y dispuestos a conversar en la medida que su inglés se los permite demostrando genuino interés y una hospitalidad nata halagadora.

Por la noche en el Shisha Bar me enteré de que me aceptaron en un retiro de 10 días en las afueras de Jaipur. Estoy bastante ansioso con ese tema, aunque debería sentirme al contrario supongo.

En la mañana del viernes, caminé una hora hasta el monkey temple. Un templo budista erigido en lo más alto de Kathmandu. Está lleno de rodillos con mantras que la gente hace girar a modo de plegaria, monos, perros y puestos de souvernirs. Una corrida en taxi me deja en Durbar Sq. para visitar el museo real. Lo bueno es que se puede ingresar al palacio y ver el templo principal de la ciudad. En el museo hay quichicientas fotos del rey con fulano, mengano, Reagan, Gorvachov, el Papa y perengano. Todas las pelotudeces del protocolo empolvadas en un museo. También están los objetos personales del rey: pilcha, muebles, monturas de caballo y elefante, trofeos de caza y toda otra serie de enseres de dudosa utilidad y bastante empolvados.

Pasé la tarde de maratón de compras con unos cuantos Franklin en mano. Cargaba mi mochila y regresaba al hotel y a llenarla nuevamente, hice por lo menos cinco viajes. A la noche tenía una valija completa más para despachar. Compré un montón de cosas que no necesito. Buenísmo. Algo van a ligar. Diego quedate tranquilo que te compré botas de trekking y bastones. Shisha Bar y disco local. Fui a más boliches en estos veinte días que en todo el año en baires.





















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